Andá a dormir, Moscú

La capital rusa, uno de los centros políticos más importantes del mundo y una de las ciudades más pobladas, es tan maravillosa como su historia. Conocer Moscú me hizo sacarme de la cabeza la imagen del viejo tibio de La Casa de Papel. Es todo lo contrario, firme desde su estructura y atrapante desde sus calles, pero como toda ciudad importante no está todo bajo control y tiene zonas alejadas de su pintoresca portada.


La Plaza Roja, el ícono ruso que protege su orgullo es el reflejo del espíritu de sus habitantes. El color de las cúpulas de la Catedral de San Basilio, la inmensidad de las murallas del Kremlin y cada metro cuadrado del lugar donde desfilaron las tropas de la Unión Soviética te hacen sentir parte de la historia. Y para completar la foto, las tiendas GUM. Uno de los centros comerciales más grandes del mundo, en el corazón del comunismo.






Para conocer un lugar te tenés que perder, caminar y viajar en transporte público. El metro de Moscú te permite hacer todo eso. Incluso disfrutar de un pequeño museo en cada una de sus estaciones, lo que hace que el viaje en subte sea más que la vuelta al hotel o la ida al trabajo.



“La ciudad que no duerme”, es un dicho que podés escuchar en muchos lugares y lo mismo me dijeron de Buenos Aires o de Las Vegas. Pero en este caso va más allá de sus millones de habitantes y turistas que disfrutan de la vida nocturna de la ciudad en boliches, bares, casinos o cabarets. En verano, el sol se oculta alrededor de las diez de la noche, y se tira una siesta hasta las tres de la mañana. Si, a esa hora amanece y te cambia el sentido del tiempo por completo. Ellos deben estar acostumbrados y hacen como si nada, pero como dijo el Bambino “que al día le pongan un toldo” y vivamos a oscuras. De todos modos, afirmo completamente que acá, no duerme nadie.



Los barrios moscovitas te llevan unos años atrás con sus construcciones, pero te hacen vivir una película en sus plazas, donde el pasto está largo, siempre hay juegos para los niños y alguna cancha de fútbol, básquet o tenis. No existen edificios pequeños, acá si construis lo haces en grande. Muy grande. El reflejo de la inmensidad de sus calles.
Debe ser porque en cada esquina está la bandera o el escudo de la URSS, pero siempre te sentís seguro. O la sensación de que la ciudad es la que te cuida, como lo hace con ella misma a través de su división en círculos hasta llegar a su corazón y es ahí donde sus integrantes ponen el pecho.






Sin dudas es de las mejores ciudades que conocí, aunque me cueste separar el furor futbolero de que haya sido en un mundial, así que encantado estoy de volver a verte, pero antes, andá a dormir, Moscú.

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