El final

Se jugó el partido más importante del mundo. Ese que se juega cada cuatro años y solamente dos privilegiados tienen el placer de disputarlo. Ese que te da el poder de mirar al resto desde arriba aunque sea por un tiempo. Ese al que es tan difícil llegar. Tan difícil llegar para los que juegan, desde mi parte era cumplir el sueño de al menos, una vez en la vida mirar ese partido tan importante lo más cerca posible.

Moscú. 15 de julio de 2018. Las puertas del Estadio Luzhnikí abrieron a las 14, pero la ciudad estaba tranquila. No parecía que se jugaba una final, que el mundial terminaba. Será porque ningún equipo sudamericano era uno de esos dos privilegiados, que eran Croacia y Francia.
Fríos, como el clima que todos creíamos que iba a hacer en Rusia, algunos hinchas franceses caminaban tomando alguna cerveza, esperando la hora del partido. Por otro lado los croatas, que eran muchísimos más que sus rivales, algo más eufóricos. Era su primera final en la historia. Y en el medio, los neutrales. Gran cantidad de argentinos, brasileros, mexicanos.. algún español, dos costarriquenses y, obviamente, miles de rusos.

El sentimiento es cruzado. La ansiedad de que el partido arranque, para ver los goles que definirán el título más grande de todos. Y la sensación de que esto no termine, de que el mundial siga, de que se juegue un ratito más, porque cuatro años no alcanzan para sanar el dolor de estar en la cancha, y que no sea nuestra bandera la que sostienen los voluntarios de FIFA para que comience a sonar el himno.


El show previo al partido estuvo en las voces de Nicky Jam y Will Smith, que hicieron bailar a más de 70.000 personas y hacerlas olvidar por un rato de los nervios que significa una final. Incluso apareció Ronaldinho, con la sonrisa de siempre, para recordar que el fútbol también es eso. Sonrisas.

Empezó el partido, y durante los primeros minutos los croatas junto a sus hinchas inclinaron la cancha hacia el arco que defendía Lloris y parecía que iba a jugar la final con el cuchillo entre los dientes. Pero Francia, con la elegancia que los caracteriza, logró marcar y abrir el encuentro. Croacia no abandonó su convicción, llegó al empate a los pocos minutos y pintó de partidazo a la definición del torneo. Pero Pitana, el único argentino en cancha junto a la terna arbitral, cobró un penal en instancias del tan discutido VAR y le dió la posibilidad a los franceses de irse al descanso un gol arriba.

En el entretiempo, compra obligada de cerveza para conseguir los vasos que certifiquen la presencia de uno en el estadio y vuelta rápida a la butaca. Los entretiempos en este nivel futbolístico se respetan, y donde te distraes volvés ya con cinco minutos jugados. Comenzó la parte complementaria y no hubo ni un poco de amor francés para Croacia que apenas asomó la cabeza cuando Lloris les regaló el descuento y se pusieron 4 a 2, resultado que terminó siendo el definitivo.



La lluvia no quiso perderse semejante espectáculo y comenzó a mojar el verde césped cuando los jugadores se abrazaban festejando ese sueño que también tenía el Diego de chiquito, y que estaban cumpliendo. Pero a medida que se fue armando el escenario e Infantino, Putin, Macron y Kolinda Grabar se formaban uno al lado del otro para la entrega de premios, comenzó a caer un diluvio épico, como si Moscú no quisiera que esto termine y quedarse ella con la copa, con los hinchas, con el fútbol. La ovación para Croacia fue unánime, como también con Modric, elegido mejor jugador del mundial, pero el momento que todo el mundo espera llegó cuando pasados por agua, los jugadores franceses levantaron al cielo a la más hermosa de las copas, la Copa del Mundo, esa que pareciera no mojarse, que sólamente pueden tocarla quienes la hayan ganado (y Putin, porque nadie le iba a decir nada).

Francia fue el mejor equipo del torneo, no le pesó la chapa de candidato, eliminó a grandes equipos y fue el más fuerte mentalmente. De la mano de un técnico que conoce cómo se juegan estos partidos, logró su segundo título en la historia, en tan sólo veinte años, y se subió al escalón de Argentina con su segunda estrella. Dejando solamente a Inglaterra y a España en el fondo de la tabla, con una.

Lo mejor que podemos hacer es cerrar esta etapa, trabajar e intentar llegar de la mejor manera al próximo mundial. Qatar 2022 parece estar lejos, pero primero hay que intentar cicatrizar la herida que nos deja el regalar un mundial con el mejor jugador del mundo en plenitud deportiva.

Pasan los mundiales y mayor importancia toman las hazañas hechas por aquellos que lograron levantar la copa. Y ahora, que no somos más los últimos subcampeones del mundo, tomamos conciencia de lo difícil que es llegar a una final, y que un partido te puede cambiar la historia.

Gracias Rusia por la estadía. El anfitrión estuvo a la altura y manejó con amplios recursos (salvo algunos viajes) al torneo más importante de todos. Quedarán en el recuerdo algunas anécdotas y aventuras hechas en el país más grande del mundo, pero con el sueño cumplido. Hasta la próxima, mundial.

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